Lunes, 22 de enero de 2007

No se por que, pero la lluvia me llena de palabras y de ideas esta cabeza. Me inspira y me retiene en casa, lo que es primordial para escribir. Pues no niego la posibilidad de escribir a medio camino o en alguno otro lugar como lo eh echo antes. Tampoco me niego a las mil formas y lugares donde se pueda llegar a escribir, por el contrario. Eh escrito en los lugares más entupidos y a veces en los momentos menos adecuados.

Ya no soy el de ayer, ya no escurren ideas por mi cabeza de islas fantásticas y la realidad con ello se apodero de mí. Mis sueños de fantasías se murieron en la pubertad y mis ansias de volar, se apagaron junto con la sola idea del vértigo. Como un trueno aprendí a amar cada vez más a mi televisor y a la música. Y de a poco mis ganas de volar se fueron apagando. Los días de otoño que tanto me han gustado por décadas, cada vez fueron más cortos y las estaciones de calor, que tanto detesto cada vez se hicieron más insoportables. Esa hambre de media tarde casi como si nada aparecía a las tres o cuatro de la madruga cuando de repente me comencé a acostar entres que salía el sol o que las micros comenzaran a pasar. Con niebla en las frías mañana de inviernos junto a la irrespirable atmósferas invernal, que con solo un respiro de congela los bronquios y ni siquiera ese cigarro de fumas antes de dormir a esa hora logra calentar esos pulmones cansado de respirar.

Así como la rutina y los tiempos fueron pasando cada vez mas me comencé a alejar más de las letras y los sueños cambiaron y las ganas de volar se esfumaron. Tras cada intento fallidos. A los quince guarde mis alas, a las dieciocho las mande a quemar. De sus ceniza cubrí mi piel, y en cada otoño que cada ves es mas corto que el anterior, reviven esas alas con cada lluvia que mi cuerpo siente caer. Con ese frió que te despierta. Enciendo un cigarrillo, y vuelo en la decadencia. Frente a mi teclado, la TV y ruido ensordecido de la música, que alimenta mis ideas explotan más allá de mi cordura.